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Revista 18

Acercamiento a la figura de D. Santiago Grisolía García

  • III Época
  • Enero 2006
  • Por Aspas Manchegas
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Señor Teniente de Alcalde de Mota del Cuervo, Presidente y miembros de la Asociación de Amigos de los Molinos, Ilustrísimo Señor Director de la Escuela Universitaria Politécnica de Cuenca, Damas y Cantareras de estas fiestas en honor a la Virgen Molinera, Nuestra Señora de los Ángeles o Virgen de Arriba, querido amigo y Excelentísimo Señor D. Santiago Grisolía, distinguida Dulcinea 2005, moteños y moteñas, molineros todos de estas tierras del Ingenioso Hidalgo, hace un año tuve el inmerecido privilegio de pregonar estas fiestas, que cierran el ciclo lúdico-festivo que Mota del Cuervo viene celebrando desde mediado el mes de agosto. Hablé entonces de molinos y gigantes, de Cervantes y del IV Centenario, hablé también de PAZ. Y tuve el honor de hacerlo ante D. Federico Mayor Zaragoza, Quijote Universal 2003, y la Excelentísima Señora Consejera de Cultura, Dulcinea 2004.
Un año después, la Asociación de Amigos de los Molinos ha decidido sabiamente nombrar Quijote Universal a D. Santiago Grisolía. Y conocedores los Amigos de los Molinos del afecto y admiración que le profeso al profesor, al científico y al hombre, me honran nuevamente al solicitarme que sea yo quien presente al Doctor Grisolía a los molineros y molineras de la Mancha, reunidos esta noche en Mota del Cuervo. Lo haré con la brevedad que la ocasión exige, aunque no con la amplitud que, en justicia, merece el extensísimo currículum de nuestro Quijote.
Santiago Grisolía nació en Valencia en el año 1923 y, aunque ciudadano del mundo, siempre ha mantenido una estrecha relación con su tierra natal. Quisieron las circunstancias que, entre 1932 y 1940, su familia se trasladara a Cuenca, ciudad en la que no sería arriesgado afirmar que nació su vocación por la medicina, ya que con catorce años estuvo ayudando al doctor Cuerda, amigo de su padre, en el hospital provisional en que se convirtió nuestra Escuela de Magisterio durante la contienda civil española.
Terminada su estancia en Cuenca, Grisolía marchó a Madrid, donde cursó los primeros años de Medicina, para trasladarse, a partir del tercer año, a Valencia. Al obtener la licenciatura, en 1945, el Ministerio de Educación convocó diez becas para estudios en el extranjero y Grisolía logró una de ellas para realizar una estancia de postgrado en los Estados Unidos. Nada más llegar a Nueva York entró en contacto con Severo Ochoa; comenzó entonces una relación entre el maestro y el discípulo, relación de amistad y de mutuo reconocimiento y admiración, que se prolongaría hasta el fallecimiento del Nobel español, de cuyo nacimiento celebramos este año el centenario.
Durante estos primeros años de estancia americana, Grisolía concluyó su tesis doctoral, que leyó brillantemente en Madrid ante un tribunal presidido por otro insigne médico español, Jiménez Díaz, que mantuvo una profunda amistad con D. Santiago durante toda su vida.
Un año antes de obtener el título de doctor, Grisolía fue contratado, en 1948, por la Universidad de Wisconsin, donde trabajó durante 6 años en las reacciones enzimáticas del ciclo de la urea. En 1954 fue nombrado Profesor Asociado de Medicina Interna y Bioquímica de la Universidad de Kansas. En 1959 fue nombrado catedrático y tres años más tarde, al constituirse el Departamento de Bioquímica, se encargó de la dirección del mismo. Años después, en 1974, se le nombró Profesor Distinguido de la Universidad del Kansas Medical Center. Recién llegado a Kansas fue también designado director del Instituto de Investigación Médica.
Tras treinta años en Estados Unidos, en 1976 Grisolía vuelve a España para dirigir el Instituto de Investigaciones Citológicas de Valencia y continuar en él sus investigaciones sobre las enzimas relacionadas con el ciclo de la urea. Todas sus investigaciones, aquí apenas apuntadas, han quedado recogidas en más de quinientos artículos científicos publicados en prestigiosas revistas internacionales, siendo, además, autor de ocho libros y de dos centenas de artículos de divulgación general.
Este extenso e intenso currículum académico e investigador le ha hecho merecedor de innumerables distinciones y nombramientos:
Presidente del Comité de Coordinación Científica de la UNESCO para el Proyecto Genoma Humano desde 1988, Director del Instituto de Investigaciones Citológicas entre 1976 y 1992, Vicepresidente de la Fundación Jiménez Díaz, Presidente del Consejo Valenciano de Cultura desde 1996, Presidente Ejecutivo y padre de los Premios Rey Jaime I, Secretario de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, y un larguísimo etcétera.
Se unen a estos nombramientos un rosario de premios, distinciones y menciones honoríficas. Propuesto para el Nobel en varias ocasiones, en 1990 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Posee las Grandes Cruces de Alfonso X el Sabio, de Sanidad, del Mérito Civil, y del Mérito Agrícola. Es académico correspondiente de la Academia de Ciencias de España, de la Real Academia de Farmacia y de otras academias. Académico Honorario de las Reales Academias de Medicina de Bélgica, de Valencia y de Bilbao. Miembro y Colegiado de Honor de otras academias y sociedades de investigación y consejero y asesor científico de numerosas fundaciones, instituciones y entidades. Medalla de Oro de la Universidad de Alicante y Medalla de Oro Cardenal Gil de Albornoz. Ha sido nombrado Doctor Honoris Causa de diecisiete universidades españolas y extranjeras, entre ellas la Universidad de Castilla-La Mancha, que lo hizo doctor en Filosofía y Humanidades en 2003.
Por todo ello, por sus muchos merecimientos, por su relación y colaboración con nuestra universidad, por su cariño por las tierras y gentes de nuestra Autonomía y, en especial, por Cuenca, capital y provincia, la Asociación de Amigos de los Molinos ha querido distinguirlo en este año emblemático del IV Centenario con el título de Quijote Universal. Y puedo asegurarles que no pueden ustedes tener en su nómina mejor Quijote Universal. Su universalidad es la universalidad del hombre de Ciencia que ha sido y continua siendo reconocido y laureado. Y ¡Quijote!, Quijote también lo es D. Santiago, Quijote de la ciencia y la cultura, Quijote de la Paz, Quijote de la preservación de la Naturaleza y el Medio Ambiente.
Quiso el genial Cervantes que su héroe, su caballero, se llamara Alonso Quijano, al que sus convecinos apodaban El Bueno. Y Santiago, el hombre, no el científico, es bueno, muy bueno, como nuestro hidalgo, y, ante todo, en estos tiempos nada propicios que corren, Santiago Grisolía es un caballero, un auténtico caballero, en el sentido literal y pleno del término. Tan caballero que tiene su propia Dulcinea, Frances, su mujer, su compañía y su apoyo.
Querido Santiago, tras haber velado tantos años tus armas, como es preceptivo en las leyes de la caballería, tras haber demostrado durante toda tu vida tus anhelos de paz y de justicia, tras haber evidenciado con sobrada valía que eres digno de ser caballero andante, desfacedor de entuertos y trabajador y luchador incansable por el bien del ser humano, La Mancha, a través de estas nobles gentes de Mota del Cuervo, ha resuelto armarte Caballero. Deja que algunos seamos tus humildes escuderos.
Muchas gracias a todos.

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