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Revista 18

Al Amor por el Humor … (en recuerdo de Julio Penedo)

  • III Época
  • Enero 2006
  • Por Aspas Manchegas
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LA CODORNIZ (1941-1978)

Ha sido, sin duda, el semanario de humor de más fama y repercusión del siglo XX. Apareció el 8 de junio de 1941, con un formato de 26 x 35 cm., con 24 páginas impresas la mitad a dos colores, y al precio de venta de 50 céntimos.
Como propietario y director figuraba Miguel Mihura y en sus páginas continuaba el humor vanguardista ya ensayado tres años antes en La Ametralladora por su director y principales colaboradores (Tono, Neville, Herreros, Álvaro de la Iglesia) que también lo eran de la nueva publicación. Durante una primera época (1941-1944), su humorismo innovador, surrealista, absurdo y desconcertante provocó irritación y entusiasmo irreprimible por partes iguales. Otras firmas en sus páginas fueron Wenceslao Fernández Flórez, José López Rubio, Jacinto Miquelarena, Enrique Jardiel Poncela y Ramón Gómez de la Serna entre los escritores, y Galindo y Picó entre los dibujantes, mientras Conchita Montes creaba un pasatiempo inmortal: el Damero Maldito.
El mes de marzo de 1944 Mihura, de notable indolencia, aburrido y cansado por el trabajo agotador a que se veía sometido al no admitir a otros escritores y dibujantes que coincidieran con su concepto de lo humorístico y tener la obligación de rellenar personalmente muchas páginas, vendió la propiedad de la revista a una sociedad anónima participada por el Conde de Godó, Juan José Pradera y Manuel Pombo Angulo, ascendiendo a la dirección a su redactor jefe, Álvaro de Laiglesia. Con él, se inició la etapa más fecunda de la publicación. Aumentó su tamaño a 28 x 38 cm., nombró su segundo a Fernando Perdiguero (que provenía de Gutiérrez, y era tan genial como modesto), incorporó un nuevo plantel de dibujantes integrado por Nácher, Goñi, Mingote, Gila, Tilu, Chumy Chúmez, aumentó el equipo de escritores dando entrada a Rafael Azcona, Ángel Palomino, Rafael Castellano, Evaristo Acevedo, Óscar Pin, Alfonso Sánchez y la Baronesa Alberta, y fue creando secciones de enorme impacto: La Crítica de la Vida, La Cárcel y la Comisaría de Papel, ¿Está Vd. seguro?, Tiemble Después de Haber Reído, etcétera, mientras Perdiguero le secundaba con las parodias de los periódicos famosos, El Diario Semanal y el Papelín General.
La Codorniz, que había tenido tiradas de 35.000 ejemplares con Mihura, se estabilizó en los 80.000 semanales, mientras que los extraordinarios mensuales llegaron a superar los 250.000. En una oleada posterior se incorporaron como firmas principales las de los articulistas Remedios Orad, Víctor Vadorrey, Gonzalo Vivas, Jorge Llopis, Juan Chorot, Bardaxí, José Luis Coll, P. García y Julio Penedo mientras que la plantilla de dibujantes se ampliaba con Munoa, Máximo, Cebrián, Serafín, Kalikatres, Dátile, Pablo, Mena, Eduardo y Madrigal. Lo compacto del equipo que siempre andaba ensayando nuevas fórmulas, la arrolladora personalidad periodística y pública de su director y la firme mano de Perdiguero en la sombra, dieron a la revista una estabilidad en el éxito que había de prolongarse hasta la muerte de éste, acaecida en 1970.
En los años posteriores se inició un declive que se iría haciendo cada vez mas agudo, demostrando que el verdadero artífice de la revista había sido el espíritu de Fernando Perdiguero. Bastantes de las mejores firmas de La Codorniz emigraron a otras revistas competidoras, las que permanecían y las nuevas no fueron capaces de suplir sus ausencias. Los lectores le volvieron la espalda con más energía si cabe, de modo que la revista interrumpió su salida el 29 de enero de 1978. La Codorniz, abandonada por sus lectores, dejó de publicarse el 11 de diciembre de 1978. En total editó 1898 números. La crítica del momento atribuyó al declive y desaparición de la revista a su falta de adaptación al cambio de la sociedad de su tiempo.

Como muestra de su paso por esta revista, este artículo de La Codorniz, 31 de marzo de 1963, AÑO XXIII, nº 1115:
Querida Inspiración mía: Muchas gracias por el último artículo que me inspiraste. Quedó bastante bien. Pero como ya lo publiqué y lo cobré, ahora quisiera que me inspirases otro.
Te agradecería con toda el alma que me inspirases lo más pronto posible pues, como sabes, estamos ya a veinte y sólo me quedan veinticinco pesetas.
Espero no te hagas rogar como otras veces y acudas pronto a mi llamada. También sabes que no soy exigente. Con un articulito de dos folios, mecanografiados a doble espacio y por una sola cara, me conformo.
Y por hoy ya está bien de pedir. Ahora hablemos de otra cosa. Quisiera preguntarte si no te importaría salir alguna tarde conmigo, pero en plan particular. Yo ya sé que tú no eres partidaria de salir con artistas y escritores, porque casi siempre acabamos por hablarte de lo mismo. Sin embargo, yo te prometo no hablarte para nada de Literatura.
En cuanto a mis intenciones, te aseguro que son buenas.
Iremos a merendar y luego a bailar o al cine. Y si la tarde estuviese muy buena, también podríamos ir a remar al Retiro
Ya verás qué bien lo pasamos. Te aseguro que no te aburrirás. Tengo un montón de chistes nuevos para contarte y además tengo un transistor que llevaré por si estás oyendo algún serial, para que por mi culpa no lo pierdas. Podemos quedar para el viernes, a las cinco y media, en la esquina de la Telefónica. Si no recibo noticias tuyas en contra, te esperaré ese día. Cuento con tu asistencia. Dirás que esto último también es pedir. Y que no hago más que pedir. Pues para que veas que no soy interesado como te imaginas, no me importa nada que no me inspires ningún artículo con tal de que acudas a la cita. En cuanto al dinero, no te preocupes que ya me las arreglaré como pueda. En último caso, daré un sablazo a mis padres.
Y sin más por hoy te saluda afectuosamente.
PENEDO

DON JOSÉ (1955-1958)
Se anunciaba como «Suplemento de humor del diario España, de Tánger», en cuyos talleres tenía lugar la tirada para distribuirse después por toda la geografía nacional. Sus dimensiones eran 31 x 22 cm., constaba de 36 páginas, impreso a dos tintas, roja y negra, y comenzó vendiéndose a 3 pesetas el ejemplar. A partir del número 64 portada y contraportada fueron a color. Estuvo impreso en un papel verde de pésima calidad, que desataba por igual las iras de los lectores que las de sus redactores hasta que, a partir del número 83, pasó a un soporte blanco de clase ligeramente superior. Tuvo fama de ser la publicación que retribuía más generosamente a sus colaboradores.
Si La Codorniz fue una consecuencia de La Ametralladora, Don José resultó serlo de la Academia de Humor que había fundado Enrique Laborde. El presidente de la empresa editora del España, de Tánger, Gregorio Corrochano, deseaba un semanario humorístico en una época en la que el premio de novela de la Academia en 1955 había recaído en «Pepe», escrita por Rafael Castellano.
Corrochano, enganchado por las iniciativas académicas, negoció con Laborde para que creara una nueva publicación que terminó llamándose Don José, en honor al premio de aquél año. Se nombró director a Antonio Mingote, que triunfaba con su chiste diario en ABC y Laborde quedó como segundo de la aventura.
Con La Codorniz de Mihura y la primera de Álvaro de Laiglesia, Don José constituyó la empresa más importante en el camino de avanzar el humorismo en el vector apuntado por las vanguardias. Experimentó la búsqueda de fórmulas nuevas, se empeñó en el ascenso evolutivo del difícil género que era su especialidad, y no lo llevó a cabo desde el frío racionalismo profesional sino desde la creatividad intuitiva correctamente polarizada.
Se puso a la venta el 13 de octubre de 1955. De La Codorniz se llevó a Tono, Edgar Neville, José López Rubio, Ángel Palomino, Jorge Llopis, Alfredo Marqueríe y Gila, a los que acompañaron brevemente Antonio Ozores, Nácher y Gloria Fuertes. Incorporó a otros dibujantes como Dávila, Martínez de León, Ugalde y a un extraordinario plantel de nuevos valores: Puig Rosado, Ballesta, Julio Cebrián, Abelenda, Racaj y Elgar.
Como articulistas, cuatro magníficas escritoras: Carmen Vázquez Vigo, Begoña García Diego, Gloria Van Aersen y Blanca Boggiero; y escoltándolas, Alfonso Paso, Jaime de Armiñán, Miguel Pérez Calderón y Juan Pérez-Creus, a los que no tardaron en unirse unos recién llegados que pronto destacaron en la especialidad: José Luis Coll, Pgarcía, Julio Penedo, Juan Bonet, Pablo de la Higuera, Antón Barrié, etcétera.
En el terreno formal Don José concedió amplio espacio a las creaciones de los viñetistas y a la vez ilustró generosamente cuentos y artículos con trabajos de sus creadores gráficos, lo que les confirió una presencia impresa que no ha sido igualada. Entre sus secciones tuvieron gran éxito «El Libro Mayor de Don José», «Las soflamas de don Enriqueto», «Historia y cuento del Teatro» y, sobre todo «En todas partes cuecen habas», noticias cortas y punzantes de toda España suministradas por los corresponsales. Pese a su espíritu irónico y elegante provocó bastantes rechazos y denuncias.

LA ACADEMIA DE HUMOR.
Fue fundada en 1989 por un grupo de antiguos colaboradores de La Codorniz con la idea de recuperar, a través de diversas iniciativas, la sonrisa vanguardista que estaba casi perdida. Se ubicó en Pozuelo de Alarcón (Madrid), por razones históricas, ya que esta localidad había sido escenario de la célebre guerra mantenida por La Codorniz con Inglaterra 33 años atrás, y cuyos campos de batalla se localizaron en Aravaca, Pozuelo y Húmera; y contó con el apoyo del Ayuntamiento a través de su Patronato de Cultura. Tomando la idea de la vieja Legión de Humor (1953-1963), creada por Enrique Laborde, fueron los académicos fundadores Pgarcía, Serafín, Víctor Vadorrey, Conchita Montes, Miranda, Bardaxí, Julio Penedo, Madrigal y Almarza, a los que más tarde se incorporó Evaristo Acevedo.
La Academia decidió llevar a cabo diversas actuaciones por medio de las cuales se realizase una divulgación general del humorismo de las vanguardias de los años 20, ejemplificados posteriormente por La Codorniz.
Entre las actividades desarrolladas se encuentran: jornadas del Humor Inteligente, edición del mensual La Golondriz , exposición de humoristas gráficos de La Golondriz, asesoramiento a la XIV Olimpiada Internacional del Humorismo, edición de los libros divulgativos de la Biblioteca de La Golondriz ,Creación del Premio Internacional Literario Enrique Laborde-Legión de Humor, campañas divulgativas La Primavera del Humor, Fundación del Centro de Estudios Humorísticos, celebración de tertulias-estudio sobre los maestros del humor, en el Centro de Estudios Humorísticos, etc.

«EL COCHINILLO DEL DIABLO» (más de un lustro de sátira porcina en segovia), por José Luis Castro Lombilla.
En 1997, más de dos años después de dejar la revista de Barcelona con tirada nacional El Jueves, el magnífico dibujante José Orcajo se planteó editar «una revista nacional de humor satírico de actualidad destinada a ese tipo de lector que se interesa por las cuestiones políticas y sociales y que, precisamente, El Jueves parecía haber descartado en busca de un público más joven e intrascendente». Junto a otros históricos de la revista catalana, Trallero y Oli, y uno de los tipos más inteligentes de este país, Moncho Alpuente, hizo un primer boceto  de la revista que, por falta de financiación, se quedó sólo en proyecto. Un año más tarde retoman la idea entre Orcajo, Quico Serrano (humorista de El Adelantado de Segovia) y Moncho y deciden ceñir la revista sólo a Segovia, lugar en el que ambos viven.  En diciembre de 1998 forman sociedad junto al delirante Madrigal, también humorista de El Adelantado de Segovia, más el publicista César Pérez. Al mes siguiente, este feliz ayuntamiento dará como fruto el primer número de la revista mensual.
La revista, desde luego, no ha pasado desapercibida. Ya en su primer número, se toparon con la reacción cobarde de la imprenta (El Adelantado), que les conminó a pegar en la portada de cada uno de los dos mil ejemplares de tirada una pegatina que, textualmente, decía así: «Los impresores de esta publicación no se responsabilizan con el contenido de la misma». Y es que, desde el primer día, esta irreverente y procaz publicación quiso dejar claras las cosas: mientras el dibujo de Madrigal reflejaba al alcalde y a todo su séquito bajando  las escaleras del Ayuntamiento, el titular decía: «¡BAJÓ EL PORCINO!».
En cuanto a los colaboradores de El Cochinillo Feroz, se encuentran los autores segovianos Almodróguez, con su divertido personaje «Groink», un cerdo antropomorfo; el autor de la mascota, Franz; el irreverente Smith; Mary Bloody, autora de los originales pasatiempos; Pero Palo; J.A.Municio; Ángel Esteban; Cossío; Gustavo Postigo; Malpolvo; de la Osa; Odín; Raúl Díez; Fran Orcajo; Coronado; Albarrán, actual maquetista / diseñador además de fotógrafo y dibujante ilustrador. También estuvieron el cantautor Feliciano; Schnerridan Blook; Elías Marisusijander; y Kamarero e Israel, los primeros maquetistas. Importante, sin duda, es la labor de la «sufrida y perpetua secretaria» Chari Vallejo. Y, con una promiscuidad lógica en un producto promovido por el diablo, se encuentran muchos de los grandes nombres del humorismo nacional como El Gran Wyoming, Ballesta, J.L. Cabañas, Ramón Ayerra, P.García, Gonzalo Vivas, Kalíkatres, Máximo, Julio Cebrián, Trallero, Mena, Forges, El Keto, Chandro y Ferreira, Almarza, Martos, Malagón, Ermengol, Juanjo de la Iglesia, Lo Mihura, Barquín, Penedo, Ché, Sagu, Sansón, Xaquín Marín y Dodot. Chumy Chúmez también colaboró con El Cochinillo Feroz.
Las secciones de esta revista de casi cincuenta páginas son muchas y muy variadas. Algunas, delirantes, como la que realiza Javier Barquín, «El Ofensor del Lector». Aquí, al contrario de lo que hacen los periódicos «serios», las opiniones de los lectores se las pasan por... el sentido del humor. Hay, entre otras, una sección regional fija que se llama «La junta no te ajunta», donde Pero Palo se encarga de dar con su apelllido a la Junta de Castilla y León; una página de arte originariamente llamada «Grandes Cochinillos de la Historia del Arte» y, ahora, «Museo Gorringhein», donde los cuadros se analizan con una maestría que para sí la quisiera la baronesa Thyssen; un suplemento cultural, «El torrezno metafísico», dirigido por Municio; una página llena de pequeñas noticias comentadas con un sugestivo nombre, «El cerdo que ríe» (humor en porciones), y una sección que demuestra taxativamente el origen demoníaco de este extraño animal: la «anticlerical» «No te clero. ¡No, no, no, no, no te clero!», donde unos individuos que firman como El Arcipreste de Guita, el monaguillo Tadeo y el Deán Julián, se buscan la condenación eterna al criticar, sin humildad y, presumiblemente sin haber confesado y comulgado antes, a esa casa llena de santos.

Entre sus publicaciones como autor destacan La mosca esperancita y La Barraca de la risa, esta última editada por G.P. Barcelona en 1959 en la colección de humor «El Gorrión».
Se trata de una secuencia de relatos breves en torno a un número variado de temas o como se cita al dorso de la misma: «en las ferias de los pueblos y e las verbenas de las ciudades, al lado de los tiovivos, en la caseta del tiro al blanco, de los sudorosos fabricantes de churros y patatas fritas, del tobogán, de las ruedas y de los barquilleros, de las argollas y las botellas, de la montaña rusa, de los que organizan rifas... al lado y en medio de todos ellos, casi nunca falta la barraca de la risa con sólo una pequeña diferencia: la de que, además de hacer reír o sonreír, el autor quisiera también hacer pensar».

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