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Revista 15

Entrevista a los carpinteros José Moreno Rodríguez y José Díaz Moreno

  • III Época
  • Abril 2004. Extraordinario
  • Por Aspas Manchegas
  • 149 lecturas

Vamos a tratar hoy de la carpintería, un oficio noble y antiquísimo que ha contribuido al progreso, comodidad y bienestar de la humanidad a través de los tiempos. Para ello tenemos a nuestro lado a dos profesionales todavía en activo: José Moreno Rodríguez y José Díaz Moreno, conocidos en La Mota como Pepe “El Tobo”, el primero, y Pepe “Viruta”, el segundo.
Comenzamos con José Moreno, carpintero de abolengo de la saga de “los Margaritos“. Su padre, Emiliano, aprendió el oficio de su padre Leocadio, quien lo hizo del suyo: Margarito, fue fundador de la saga y bisabuelo de “El Tobo”. Emiliano fue quien montó el armazón del primer molino de viento que levantó nuestra Asociación y dedicamos a nuestro fundador Joaquín Piqueras en el año 1963 y entonces ya contó con la ayuda de su hijo José, a quien le preguntamos el porqué de ser conocido por Pepe “El Tobo”. Nos dice que viene de cuando yendo a la escuela, ya aquí en La Mota, le tuvo que dar un tortazo a un compañero, quien, enfurruñado y creyendo que así lo ofendía, le llamó “Tobo”, porque sabía que procedía de El Toboso en donde, efectivamente, nació, cuando su padre tuvo allí el taller, el día 14 de marzo de 1934, hace ya 69 años.
El otro carpintero que entrevistamos: José Díaz Moreno nos dice que aun cuando poseen un apellido común, Moreno, no tienen parentesco alguno y que él nació en 1953 en Valverde del Júcar, de donde eran sus padres, pero que al venir a La Mota su padre a hacerse cargo de la serrería mecánica que instaló Evagrio Leal, por aquellos años, se crió aquí y se considera como un moteño más.- Nos cuenta que tanto a él como a sus hermanos se les conoce por “Los Virutas”, mote que se impuso a sí mismo su padre: Cipriano. Para mí el gran Cipriano, fue un competentísimo carpintero y buen amigo, del que conservo algunas sabrosísimas anécdotas que me gustaría contar y no voy a hacer por falta de espacio.

> Les preguntamos.- ¿Cuándo comenzasteis a trabajar en la madera?
> Pepe “el Tobo”: Yo a los 9 años dejé de ir a la escuela, para ayudar en el taller, por lo que puedo decir que nací entre el serrín.
> Pepe “Viruta”: A los 13 años dejé la escuela por imperativo paterno, quien me retiró de ella diciendo que ya era demasiado mayor para estar sin trabajar. Lo primero que hizo fue ponerme a hacer una mesa y unas sillas para un bar, cosa que, no sin alguna reconvención y tirón de orejas, hice bajo su dirección.
Los dos Pepes (se puede colegir que el nombre de José entre los carpinteros viene influido por el de su patrono San José, el artesano de Nazaret padre putativo y maestro de Jesús) coinciden en que cuando ellos comenzaron a trabajar la madera ya se contaba con maquinaria mecánica como las sierras y las cepilladoras eléctricas, pues hasta pocos años antes el trabajo era más duro al ser manuales todas las herramientas.
José Moreno nos dice que la primera sierra mecánica la recibió su padre cuando él cumplió su primer año, o sea el 14 de marzo de 1935, sierra que, heredada por él, todavía conserva como una reliquia uno de sus hijos, que sigue en el oficio. Por entonces sólo existía en el pueblo nada más que la sierra del hermano Ignacio Morales (Ignaciete).
Nos hablan los dos de las herramientas empleadas en el oficio desde tiempo inmemorial: el hacha, el destral, la azuela para desbastar, que hoy prácticamente no se usa y que, por ello, pocos sabrán manejar, el cepillo y la garlopa, o cepillo mayor para cepillar en trayectos más largos, sustituida hoy por el más cómodo y rápido cepillo eléctrico. Nos dicen de los formones y escoplos, que, si bien estos últimos son más fuertes y recios, se empleaban para los mismos fines: hacer los agujeros y las cajas. Y del mazo de madera, construido por el mismo carpintero, que se usaba mucho.
José Moreno nos narra lo ocurrido con la garlopa y uno de sus peques cuando al intentar éste manejarla, tomando impulso, salió despedido cayendo cuan largo era y con una viruta, a modo de collar, rodeándole el cuello. Esta garlopa la guarda como pieza de su museo.
Al preguntarles por la relación entre carpinteros y agricultores, continua hablándonos José Moreno y nos dice que él dividiría la carpintería en tres facetas: carreteros, carpinteros propiamente dichos y ebanistas. Los primeros se dedicaban a la construcción de carros y galeras, para los agricultores, en conjunción con los herreros; hasta el punto de que hubo familias que en su taller tenían también fragua o herrería. Estos eran los más relacionados con los del campo, a quienes les hacían también los timones de los arados y los palos de allegar las parvas de las eras, entre otros útiles. Los segundos o carpinteros se dedicaban más a la confección de puertas, ventanas y muebles para el hogar: camas, mesas, sillas, etc. Y los ebanistas que se dedican a trabajar muebles más refinados, barnizándolos y lacándolos.
> Preguntamos: ¿Hacían también los carreteros las trillas?
> Y Moreno contesta que no; ya que las traían de San Lorenzo de la Parrilla en donde había artesanos especializados en fabricarlas y, a su vez, se encargaban de ponerles las “pernalas” cuando con el tiempo y el uso se perdían o gastaban. Eran conocidos como los trilleros y solían visitar a los agricultores antes de que comenzasen las faenas de las eras.
Seguimos con Pepe “el Tobo” y nos habla de cómo trabajando la madera ha hecho muebles de todo tipo y que hubo un tiempo en que se dedicó a construir mostradores para comercios y bares. Nos dice que le gustó siempre ser original y no entablar competencias con nadie. Aquí nos cuenta una anécdota con un cliente de Moral de Calatrava, quien vino de más de cien kilómetros a encargarle un mostrador igual a los que había visto hechos por él en Valdepeñas. Se comprometió a hacérselo y acordaron la forma de pago en un anticipo y tres letras. Cuando fue a tomar las medidas le dio el anticipo, pero cuando llevó el mostrador se armó un pequeño revuelo al comenzar la señora de la casa a refunfuñar, dándole a entender al marido que lo iba a engañar. Tuvo que preguntar al cliente qué sucedía y este le dijo con bastante recámara: ”mire esto no es lo que queremos, porque es muy endeble y no es igual a los que tenemos vistos.” ¡Ah, es eso!, le contestó Pepe enfadado; pues le voy a terminar el mostrador y si cuando esté acabado- le faltaba la encimera – no les gusta, no me lo paguen. Sigue Pepe diciendo: Terminamos, mi ayudante y yo, de montarlo casi a las cuatro de la madrugada y entonces el cliente le voceó a su mujer diciéndole: “Chica, prepara unos chorizos y unos huevos para estos hombres y saca el dinero que nos dio tu padre y tienes guardao, porque el mostrador es lo que nosotros queríamos”. Así que ni letras ni puñetas, me pagó a toca teja lo convenido y, cosa que no esperaba, me vine a mi casa con todo el dinero.
> ¿Qué maderas has trabajado?
> De todas. Además de las de los distintos tipos de pino, que son las más frecuentes, y ya para muebles finos, entre otras, las de nogal, cerezo y caoba como ebanista que soy también. Por cierto, la caoba es bastante puta para trabajarla, porque te produce estornudos continuos. Otra madera que se trabaja hoy mucho es la de Iroco o Iroko para puertas y ventanas. De esta madera están hechos los bancos de nuestra iglesia parroquial.
Quiero resaltar que la madera suponía, a veces, un problema; pues tenías que tener un capital invertido dos o tres años hasta tanto se curaba para poder trabajarla; porque te la enviaban húmeda, recién cortada. Hoy no ocurre así al mandártela pasada ya por los secaderos industriales. Pero en tanto esto llegó, vinieron los tableros de aglomerado preparados para utilizarlos y darles inmediato destino; lo que supuso uno de los males para la carpintería, porque comenzaron a surgir las chapuzas.
> Sé que desde hace unos años estás construyendo molinos de viento. Cuéntame
> Sí. Te puedo decir con orgullo que el primero que hice con maquinaria fue hace seis años en Los Yébenes. Un molino totalmente como los antiguos, es decir un molino “del tó” completo, con maquinaria como la de hace 400 años. Cuando lo terminé recibí el encargo de hacer otro en Ojos Negros (Teruel).
> ¿Qué puede costar hoy hacer un molino?
> El de Ojos Negros importó unos veinticinco millones de pesetas, contando con que estaba ya construido la mitad del muro, que es todo de piedra. Por toda la obra de carpintería cobré unos trece millones. Porque las piedras solera y volandera las pagó el Ayuntamiento. Por cierto, yo también utilizo las piedras de las aceñas o molinos de agua. Cuando me entero de alguna aceña derruida, que ya quedan pocas, voy y compro las piedras; porque a mí me sirven igual que las otras. Sólo que hay que hacerles un acoplamiento especial que no todos conocen; es un secreto profesional.
Con los molinos me han ocurrido algunas cosas muy curiosas. Gutiérrez, el entonces alcalde de Los Yébenes, puso en duda que pudiese construir un molino que moliese y tanto me apretó que le dije: “el día que lo inauguremos, la primera harina que salga, aun cuando venga de traje y corbata, se la arrojaré al pecho.” Fue lo que hice y el alcalde, reaccionando con buen humor, dijo: ”Hoy es un día histórico. Vamos a cenar todos al Parador.” Quedaron todos tan satisfechos que me pagaron enseguida, incluso lo asignado para retención de obra. Y en Teruel me sucedió igual; porque, según me dijeron, quedaron muy contentos con la obra que realicé. Y lo mejor es que están encaprichados de su molino y lo tienen cuidadísimo. ¡Da gusto visitarlo! En fin, seguimos ilusionados trabajando la madera y haciendo una obra tan bonita como es la de conseguir que se vuelvan a ver en las omas y oteros de nuestros pueblos los singulares molinos de viento inmortalizados por Cervantes.
Aquí dejamos a Pepe “el Tobo” y continuamos con Pepe “Viruta”
>. José Díaz Moreno sigue hablándonos del oficio de carpintero diciéndonos que es uno de los más antiguos del mundo y, haciendo alarde de erudición, lo remonta a varios milenios antes de Cristo, contando como en los bajorrelieves mesopotámicos ya aparece reflejado. Nos cita la Biblia y a Noé y a sus hijos practicando el oficio al construir su famosa Arca. El destral, la azuela, la escofina y la garlopa, según él, los debió utilizar Jesús en el taller de San José. Y, con el transcurrir del tiempo, todo se fue mecanizando, surgiendo las primeras muestras allá por los siglos XVI y XVII en que se utilizan las aceñas para mover algunas sierras y máquinas que, rudimentarias, son el origen de las actuales, que incluso ya están computerizadas. Algunos de estos complejos y curiosos molinos de agua todavía se conservan por el norte de España.
En cuanto a la conexión con la agricultura, dice que hay que reconocer que desde siempre hubo una interrelación entre ambos oficios; pues, como bien se sabe, el primer arado todo de madera, incluso la reja, supuso un avance en la forma de cultivar. También en los medios de transporte usados por los agricultores estaban presentes los carpinteros; ya que hasta las ruedas de los primeros carros o cajones eran de madera.
> ¿Qué está pasando con la madera, Pepe?
> La madera tiene múltiples usos y a lo largo de la historia se ha abusado talando magníficos bosques. En España hace 2000 años, según la “Geografía” de Estrabón, geógrafo griego de por entonces, había tantos bosques que una ardilla podía ir de árbol en árbol desde Gibraltar hasta los Pirineos sin tocar el suelo y ya ves los que se ven ahora. Por si no bastara con los incendios en todas partes del mundo, tenemos la tala indiscriminada que se está haciendo en las zonas del Amazonas y de Indonesia, en donde se está matando la gallina de los huevos de oro y dañando los pulmones de la Tierra. Ante la escasez y, por ende, los altos precios de la madera se están utilizando cada vez más los sustitutos a base de aglomerados y diversas pastas; pero como la madera...
> ¿Qué maderas son las más conocidas?
> Por supuesto las de pino, de las que hay una gran diversidad. Mi padre conocía casi todos los tipos de pino, ciento y pico según dicen algunos. En mis días las variedades más conocidas y utilizadas son: el negral o de Cuenca, el rodeno o pinaster y el albar o de Valsaín, que tiende a desaparecer y que ha sido muy empleado en la carpintería, en la construcción e, incluso, en ebanistería. Pero la familia del pino es muy extensa; te citaré de corrido algunos de ellos, aparte de los ya mencionados: silvestre, común, blanquillo, rojo, serrano, laricio, carrasco, kauri, obregón, etc. El pinsapo es otro, pero más parecido al abeto, por lo que se emplea como árbol ornamental; es espontáneo de la serranía de Ronda.
Otras maderas muy utilizadas siempre han sido las de roble, encina y olmo, por su dureza y consistencia. También la sabina, que tiene una muy buena cualidad de conservación y se empleaba mucho en ebanistería.
> A mí me consta que aquí en, La Mota, los carreteros la empleaban para hacer las pinas de las ruedas de los carros por su resistencia. Y otra característica es que aguanta y no pudre bajo el agua, por lo que, como en la noria que hizo mi padre por los años cuarenta en “la Huerta”, la puso como base o fundamento de su construcción. La sabina la solían traer los cantareros cuando volvían de sus viajes a la zona de Alcaraz y a su paso por el Bonillo y Munera.
> Posiblemente. Pero las ruedas de los carros y también las llantas de los primeros automóviles se hacían de madera de encina, normalmente.
> ¿ Qué diferencia existe entre la encina y el roble?
> Muy poca. Las dos son de la misma familia, e incluso las dos producen bellotas; aunque las del roble son amargas. La madera de ambos árboles es muy dura y resistente; de ahí el dicho: “es más fuerte que un roble.” La diferencia principal estriba en que la veta del roble es más persistente que la de la encina y mucho más que la de la sabina, que no dan como el roble piezas de 4 y 5 mts. de largo con la misma veta y con un grosor de 8/10 cms. y de 20/30 cms. de ancho.
Desde finales del siglo XIX se han venido importando maderas del norte de Europa y también a mediados del XX del Canadá, Montana y Oregón, especialmente de pino que se emplea mucho para puertas y muebles en ebanistería. Se importan también otros tipos de madera como las secuoyas para elaborar celulosa. Para la ebanistería fina se emplean la caoba, la teca y el iroco, que se traían de la que fue nuestra Guinea Ecuatorial y luego de otros países tropicales.
El olmo es otra de las maderas duras que se empleaban en la carretería y que se usaba en la construcción de molinos de viento; pero la grafiosis ha dado al traste con ella.
Algo curioso es comprobar cómo el oficio de molinero estaba muy vinculado al de carpintero. El molinero debía conocer muy bien, como los marinos de los barcos de vela, todo lo relacionado con los vientos, pero a la vez debía ser un tanto carpintero.
> ¡Hombre!, ahora que dices esto me recuerdas que mi abuelo “Barbas”: Doroteo Zarco-Bacas Lillo, propietario que fue del famoso Zurdo y de otros dos más, además de molinero y de agricultor amante de los árboles, -plantó en su entones finca de “El Rabosero” el pinar que allí existe aún, - tuvo como “hobby” la carpintería, por lo que tenía un taller completo en su casa. Parece ser que tuvo la humorada de, al intuir su ya próxima muerte, confeccionarse su propio ataúd; murió aún joven en 1917.
> Después del inciso que ha hecho, y para terminar digo que la base fue siempre en este oficio el carpintero, a quien en estos pueblos agrícolas se le conocía más bien como carretero y que, en algunas ocasiones, trabajaba también como herrero; puesto que el carro necesitaba de ambos oficios.
> Cuéntanos alguna anécdota que te haya causado impacto y recuerdes de tu trato con clientes o proveedores.
> Son muchas las cosas que me han ocurrido, pero la que más me impresionó, hasta el punto de que no la olvidaré jamás, fue la que me sucedió la primera vez que fui a instalar unos muebles a Madrid. Trataba de situar uno de ellos en una habitación estrecha y... apretando, apretando para colocarlo, puesto que venía muy justo, comencé a rozar en la pared. Bueno, eso creía yo, que era una pared como las que conocía aquí en el pueblo; pero resultó ser un tabiquillo poco más grueso que un papel y sucedió que hice un boquete que caló en la casa del vecino. ¡No veas la que se armó! Hubo que arreglar aquel entuerto e indemnizar al colindante, pues llamó a la policía y todo.
Otra memorable me ocurrió con un hombre excepcional: Don Manuel Díez-Alegría. Buenísima persona, que por aquel entonces vivía en la calle D. Ramón de la Cruz, de Madrid, por el número veintitantos. Citado por él, cuando fui a su casa y me abrieron la puerta tuve un percance con quien me abrió. Había poca luz en el rellano y yo salía del ascensor un poco deslumbrado. Pulsé el timbre y quien me abrió, que no conocí, lo primero que me dijo fue que qué horas eran aquellas de ir; pues me había adelantado. Supuse que era un empleado del General y le contesté muy desabridamente: “si he venido antes, cierra la puerta y dentro de un rato vuelvo a llamar al timbre y santas pascuas”. El me contestó con muy buen talante y exquisita educación: “no, ya que estás aquí, entra y vamos a aprovechar el tiempo”. Pasé y me dispuse a realizar mi trabajo y “el empleado” se me ofreció a ayudarme. Yo le trataba de tú y le mandaba que me acercase tal o cual herramienta hablándole confianzudamente. Pero en una de esas veces, entre un ir y venir, alcé la cabeza y vi en la pared un cuadro con el retrato de D. Manuel vestido de General y dije: “anda, a este tío le conozco yo”, a lo que me contestó mi ayudante: “qué lo vas a conocer”. Sí hombre, le dije, si lo veo con frecuencia. Al decirle esto me quedé mirando al cuadro y a su cara y dije para mí: ¡tierra trágame, si es el mismo! Me puse como la grana y apenas atiné a decir: cómo no voy a conocerle, si es Vuecencia, mi General. ¿Vuecencia?, me dijo, te voy a echar las manos al cuello, me estás tratando como un trapo y haciéndome trabajar más que un General y ahora me vas a tratar de Vuecencia, a estas alturas. Ya está bien.
Si hubiese sido otro, no me habría aguantado tanto. De veras que era un excelentísimo señor, un hombre extraordinario.
> Curiosa e interesante anécdota, Pepe. Gracias a los dos.

A. V. Z.

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