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Revista 14

Evolución de la Mujer Rural en la Comarca de Mota del Cuervo

  • III Época
  • Septiembre 2003. Extraordinario
  • Por Aspas Manchegas
  • 137 lecturas

Ha habido dos grandes movimientos de cambio del mundo rural en las últimas décadas, a los que Mota no ha sido ajena: en los sesenta-setenta, y en la actualidad. Las familias campesinas propias del mundo rural tradicional, tienen unos rasgos básicos: autoconsumo, autosuficiencia, riqueza basada en la tierra y en la fuerza de trabajo (suministrada ésta por el grupo familiar), y organización patriarcal, en una lógica de supervivencia. Este patriarcado obedece a una determinada organización social que se basa en la subordinación de los jóvenes a los adultos y de las mujeres a los varones. Por un lado, son los mayores los que poseen la tierra, y por otro, la tierra y el oficio se transmiten vía masculina, ocupando las mujeres siempre el papel de ayudas familiares de sus padres o de sus esposos.

* En los sesenta comienza el éxodo rural, la industrialización y urbanización, culminado lo cual nos encontramos frente a la ruralidad moderna y la explotación agraria, cuyos rasgos son: mecanización, modernización, inserta en una economía mercantil, con dependencia técnica y financiera, con otros activos importantes (conocimientos técnicos, tecnología...). En este contexto, se impone una separación entre el ámbito de la empresa (productivo) y el doméstico (reproductivo), aunque la familia sigue actuando como unidad laboral, y gran parte de la viabilidad económica de las explotaciones agrarias se basa en la aportación gratuita e incondicional de trabajo de los miembros de la familia (menores, mujeres, mayores...).



Ahora bien, en una economía de mercado hay una diferencia sustancial entre trabajar dentro del mercado y fuera de él. El único sujeto de la profesionalización agraria es el titular de la explotación, esto es, el varón adulto de la familia, convertido en productor-empresario-agricultor, mientras que la madre y los/as hijos/as se convierten en “ayudas familiares”, considerados en el ámbito reproductivo.

Trabajar en el ámbito de la producción o en el de la reproducción tiene efectos sociales diferentes: el trabajo productivo otorga reconocimiento social, remuneración e independencia económica, identidad profesional, etc., mientras que el reproductivo puede reportar muchas gratificaciones emocionales, pero no esos efectos sociales objetivos. De este modo, el trabajo de los/as ayudas familiares, con categoría de reproductivo, no conlleva un reconocimiento social o independencia, queda fuera del mercado.

El resultado de esta economía mercantil agraria fue una serie de conflictos de generación padres-hijos, con el abandono juvenil del mundo rural, y una serie de conflictos de género varones-mujeres, ya que en unos casos las mujeres siguieron aportando su trabajo como ayuda familiar, sin reconocimiento profesional, como trabajadoras invisibles, y en otros casos se convirtieron en amas de casa de tipo urbano, con un empleo reconocido, para lo cual tuvieron que abandonar el medio rural.

El éxodo rural fue selectivo. Por generación, emigraron personas jóvenes, y por género, principalmente las mujeres. Como consecuencia, nos encontramos con una población rural regresiva (envejecimiento), con una contracción de la población activa, y con una masculinización.

* En el segundo proceso de modernización, en el que aún estamos inmersos, el desarrollo rural debe ser diferente. Aquí la desagrarización es el fenómeno básico, ya que la gran mayoría de la población rural ya no vive de la agricultura. Además, un alto porcentaje de las familias que tienen explotación agraria, tienen algún miembro que trabaja en alguna actividad no agraria. Por otra parte, la economía rural se está terciarizando, el sector servicios crece de manera imparable: hostelería, comercio, equipamientos y servicios sociales, administrativos, culturales, servicios personales, servicios a empresas.

Nos encontramos además, con el fenómeno de la movilidad geográfica, los movimientos pendulares trabajo-residencia desde las zonas rurales a las metrópolis o cabeceras comarcales. Un ejemplo de ello lo constituye la estrategia de miles de trabajadores que se desplazan a diario desde las agrociudades manchegas hasta el mercado de la construcción en Madrid.

La incorporación de los grupos masculinos a este mercado extralocal permite la configuración de mercados de trabajo locales femeninos vinculados a la agroindustria, los servicios o los talleres textiles, ya que aunque existe mayor movilidad en general, las mujeres disponen de menor movilidad y dependen de las ofertas de su contexto local:

* Trabajo estacional, coincidiendo con la intensificación de labores de recolección, industria agroalimentaria, confección o turismo.
* Escasa especialización, ya que las mujeres suelen ocupar los trabajos menos especializados, y en general aquéllos que los hombres rechazan.
* Trabajo a domicilio, compatible con sus propias tareas domésticas.
* Trabajo sumergido, ya que muchas mujeres no están dadas de alta en la Seguridad Social, tanto en la Agricultura como en la Industria o los Servicios.
* Autoempleo (si no encuentras trabajo, te lo creas tú)1.

Las mujeres jóvenes actuales no admiten la relación tradicional entre hombres y mujeres, la división de funciones dentro de la familia, y cuestionan el papel que la sociedad les ha atribuido y que, en buena medida, se mantiene en el medio rural. Por ello, suelen prolongar sus estudios más que los hombres, y asimilan con mayor facilidad los modos de vida urbanos. Aunque en los últimos años se ha producido una mejora notable de las infraestructuras y equipamientos en el medio rural, los sectores más jóvenes y dinámicos encuentran pocas expectativas de empleo y dificultades de acceso a los servicios educativos, sanitarios, culturales y de ocio.

En cuanto a los servicios que ofrecen las áreas rurales, cabe destacar la escasez de guarderías y escuelas infantiles, lo que dificulta la posibilidad de moverse de la casa, salir del pueblo, y en definitiva hace imposible acceder a un empleo remunerado que esté fuera de la propia vivienda. Además, la inexistencia de comedores escolares vuelve a incidir de forma directa sobre las mujeres, que sólo disponen de tiempo libre entre las horas de entrada y salida de la escuela, lo que vuelve a dificultar el acceso a un trabajo remunerado. Otra dificultad añadida es el transporte, muy deficiente en las zonas rurales, ya que la posibilidad de moverse facilita el acceso al empleo porque amplía las posibilidades a otros núcleos cercanos.

Para conseguir fijar la población rural en general, será necesario por un lado, que existan oportunidades para las mujeres de acceso al mercado de trabajo (por cuenta ajena y por cuenta propia), ya que el desempleo femenino sigue doblando al masculino, y por otro lado, que se produzca un cambio de actitudes en el proceso de socialización de las mujeres jóvenes, en el sentido de conjugar el territorio con sus expectativas laborales y familiares.

Las últimas iniciativas políticas van en esta dirección: Ley del 5 de noviembre de 1999 de conciliación de la vida familiar y laboral, que mejora las condiciones laborales para mujeres, sobre todo en caso de embarazo o maternidad; Real Decreto 27/2003, de ayudas directas por hijos menores de 3 años, y excedencias; Bonificaciones a las empresas por contratación de mujeres; Ayudas sociales de la Junta de Castilla-La Mancha para el servicio “kanguras”, para mujeres víctimas de la violencia, para la obtención del carnet de conducir y para la contratación indefinida o para el autoempleo de la mujer. Además, los Programas Europeos para la comarca Mancha Conquense: EQUAL “Res Laboris” dirigido a la inserción laboral de colectivos con dificultades (sobre todo mujeres), y PRODER-II “ADI El Záncara” destinado a la financiación de proyectos empresariales que impulsen la diversificación de la economía rural, tratan de paliar las dificultades de acceso al trabajo de las mujeres.

Como resultado de todo lo anterior, empiezan a ser frecuentes las iniciativas de reactivación promovidas por mujeres, de forma que cada vez es más necesario contar con ellas como agentes de dinamización social y económica, y cualquier intervención para el fomento del desarrollo local exige tener en cuenta las condiciones que favorezcan la permanencia y el retorno de las mujeres. Por ello, las políticas locales en el medio rural deben ir encaminadas a dotar a las zonas rurales de mejores servicios escolares, sanitarios, culturales, de ocio y transporte, que ayuden a cubrir las necesidades de las mujeres y, por tanto, a mejorar la calidad de vida de todos.

Resumen del Estudio “La Actividad Empresarial y Profesional de las Mujeres de El Záncara”

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