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Revista 14

La Aventura Quijotesca del Molino

  • III Época
  • Septiembre 2003. Extraordinario
  • Por Aspas Manchegas
  • 138 lecturas

Desde mi molino, acogido a sus paredes y en su historia, la vieja rueda, ancha y bella, monumental, dándole un toque especial al paisaje, la prensa donde nacía el oro del aceite, el viejo motor de explosión de los tiempos, desde el molino pienso y releo ese monumento literario del Quijote, siempre tan sugerente, siempre tan profundo, esa lucha de Cervantes contra los libros de caballería.

Era pienso, también, desde este retiro horaciano de un paisaje montañoso, pienso, repito, en el paisaje más rectilíneo que he visto, esté pensando en la página llana de La Mancha, en esa línea recta donde llanura y cielo se unen de una manera singular, le dan al paisaje un sentido de eternidad, de que el mundo no se acaba y, en el viajero, despierta una emoción especial, un estado del alma, una reflexión sobre la presencia y el destino del hombre.

Todo esto es El Quijote, dicho muy atrevidamente, en brevísimas líneas, porque La Mancha es Don Quijote y Don Quijote es La Mancha. En esa simbiosis que Cervantes observó de una manera muy especial no podía brotar nada más que filosofía y literatura.

El Quijote tiene muchas lecturas, porque muy profunda es su galaxia Gutemberg y extenso y profundo el pensamiento que encierra. La literatura española ha bebido del hontanar fresco de los molinos y se ha alimentado esa costumbre de vivir. En ellos transcurría uno de los momentos más ricos del hombre: nacía el pan entre molineros y molineras, la vida tenía, además del trabajo, su parte lúdica. En esa llanura escatológica, además, que aceñas, que caces movían los molinos. Los árabes habían dejado su legado rico de riegos.

Ahora bien: fascinantemente, el viento, esa energía de faro en la llanura, esas esculturas abstractas de alumbrar energías, como un proceso adelantado a la eólica, la belleza, además, en los altozanos, hace que, cuando surcamos los caminos manchegos, la práctica y la estética de una industria, nos hable de la creatividad del hombre y convierta a la llanura escatológica de La Mancha en un ideal expresado por don Quijote, una ideología y un pragmatismo, una conjunción que expresa el desarrollo de la llanura más idealista, la que debe imprimir e imprime al hombre manchego una idiosincrasia muy singular, porque, al fin y al cabo, el hombre es hijo de su geografía y del lirismo.

Desde un rincón de mi lagar, comprendo la fuerza aventurera de don Quijote, la expresión más grande del hombre: la aventura y toda la riqueza que encierra en ese caudal de páginas el libro más hermoso.

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