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Revista 13

EL QUIJOTE. Capítulo VII

  • III Época
  • Febrero 2003. Extraordinario
  • Por Aspas Manchegas
  • 141 lecturas

En el que Don Quijote se larga de casa par segunda vez y ficha a Sancho Panza.

Dejamos a Don Quijote en la cama, amodorrado, recuperándose de sus magalladuras y ajeno a la quema de libros, cosa, que no se comprende, pues aunque no haya podido haberlo visto por estar dormido, es muy raro que no le haya llegado el olor de la chamusquina, con lo mal que huelen las pieles, los papeles y los cartones quemados.
Don Quijote se despierta, se levanta y se dirige a la estancia donde guardaba sus libros y no la encuentra.
Previamente, el ama, de acuerdo con el cura y el barbero, habia mandado tapiar el cuarto, haciendo desaparecer la puerta, como si alli no hubiese existido habitación alguna, Don Quijote pregunta por ella y le dicen que un marciano, montado en una nave espacial, había entrado por la ventana y se había llevado los libros y a continuación con un espray de tres en uno hizo desaparecer la biblioteca.
Don Quijote piensa que no pudo ser otro que Supermán, al que le arreglaría las cuentas tan pronto como tropezase con él.
- Me las pagará. Con mi espada le arrebataré la capa y se la haré trizas, dejándolo en plan peatonal, para que no pueda volver a volar nunca más.

Dicho ésto, se fue a casa de su vecino Panza, para convencerlo a que lo acompañase en sus sucesivas andanzas, pues un caballero que se precie no puede andar por ahi sin escudero y le prometió que en el plazo de una semana conquistaría vastos territorios, para nombrarle presidente de una autonomía (una insula, en el original, que viene a ser lo mismo) y se declarase independiente.
Sancho, que era el nombre de pila de Panza, le contestó que él creia estar capacitado (fijándose en el pelaje de los que a la sazón mandaban) para gobernar los territorios por vastos que fuesen y que su mujer se consideraría muy orgullosa de ser presidenta consorte y sus vástagos pasarian de ser hijos de labrador a convertirse en niños pijos.
Por la noche, sin despedirse Don Quijote del ama y de su sobrina y Sancho sin decir adiós a su mujer y a sus hijos, se fugaron de sus casas, tomando el camino por los Campos de Montiel, la tierra de Sarita, para emprender nuevas aventuras, Don Quijote montado en su Rocinante y Sancho en un pollino, al que el Caballero se hizo el propósito de cambiar por un caballo de carreras, que pensaba sustraer de las cuadras tan pronto como tropezasen con un hipódromo.

Julio PENEDO

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